domingo, 10 de octubre de 2010

Paseando junto al Toro (I)

No soy de esas personas que creen que el movimiento aparente del Sol sobre un grupo de estrellas, arbitrariamente definido como constelación, puede de alguna manera mística afectar mi personalidad o el devenir de los hechos en mi vida. Pero Tauro es mi signo zodiacal, por lo que la historia mítica de la constelación siempre me causó cierta curiosidad.

Europa (de quien la luna de Júpiter recibe su nombre) hija de Agénor, paseaba junto a sus compañeras por la playa de Sidón (o quizás de Tiro), donde reinaba su padre. Zeus, asombrado y enamorado por la belleza de la joven, se convirtió en un toro de resplandeciente blancura y cuernos semejantes a un creciente lunar; con esta forma fue a tumbarse a los pies de la doncella. 
 
Europa, asustada al principio, va cobrando ánimo, acaricia al animal  y acaba subirse a su lomo. Zeus aprovecha la oportunidad y corre hacia el mar, nadando con ella a su espalda, hasta la isla de Creta. Entonces Zeus revela su autentica identidad y se une a la joven junto a una fuente y bajo unos plátanos que, en memoria de estos amores, obtuvieron el privilegio de no perder jamás sus hojas.

Europa dio tres hijos a Zeus: Minos, Sarpedón y Dadamantis. Luego el dios le otorgó tres presentes: le entregó a Talo, “el autómata” de bronce, que guardaba las costas de Creta contra todo desembarco extranjero; un perro que no podía dejar escapar ninguna presa, y una jabalina de caza que jamás erraba el blanco.
 
Europa luego fue casada con Asterión, rey de Creta, y éste adoptó a los hijos de Zeus. A su muerte, Europa recibió honores divinos. El toro cuya forma había adoptado Zeus se convirtió en una constelación y fue colocado entre los signos del Zodíaco.
 
Imagen propiedad de All the sky.

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