miércoles, 16 de junio de 2010

Tocando la Lyra (I)

Mucho antes que la astronomía, me interesó la mitología, de modo que conocía las historias detrás de las constelaciones, sin siquiera poder reconocerlas en el cielo.
La historia de la "Lyra" siempre fue una de mis favoritas, por el valor que se le da a la música, y también por su belleza poética...

Hermes fue un hijo de Zeus y Maia (la menor de las Pléyades). Nació en una cueva del monte Cilene, en Arcadia. A las pocas horas de haber nacido se escapó de su cuna y fue a Pieria, donde se robó unos bueyes que pertenecían al dios Apolo. Hermes condujo los animales a Pilos, donde mató a algunos y encerró a otros en una cueva.
Tras esto volvió a Cilene, donde encontró una tortuga. Hermes tomó la caparazón del animal, y le agregó unas cuerdas tensadas, inventando así la lira.

Pero al poco tiempo apareció Apolo, reclamando ante su madre Maia la devolución de los bueyes robados. Después de Hermes ser llevado ante Zeus, condujo a Apolo hasta Pilos, donde le devolvió sus bueyes, pero cuando Apolo oyó los sonidos de la lira quedó tan encantado que permitió a Hermes quedarse con los animales a cambio de ese maravilloso instrumento.

Apolo cedió la lira a su hijo Orfeo. Teniendo por madre a la musa Calíope, Orfeo poseía el don de la música y la poesía. Cuando tocaba la lira los hombres se reunían para oírlo y hacer descansar su alma.

Paseando una tarde Orfeo y su bella esposa Eurídice, esta fue mordida por una serpiente y murió.
En las orillas del río Estrimón  Orfeo se lamentaba amargamente por la pérdida de Eurídice. Consternado, Orfeo tocó canciones tan tristes y cantó tan lastimeramente, que todas las ninfas y dioses lloraron y le aconsejaron que descendiera al inframundo.

Camino al inframundo, tuvo que sortear muchos peligros, para los cuales usó su música, ablandó el corazón de los demonios, e hizo llorar a los tormentos (por primera y única vez), e incluso logró dormir al terrible Cerbero. Llegado el momento, con su música ablandó también el corazón de Hades y Perséfone, los cuales permitieron a Eurídice  retornar con él a la tierra; pero sólo bajo la condición de que debía caminar delante de ella, y que no debía mirar hacia atrás hasta que ambos hubieran alcanzado el mundo superior y los rayos de sol bañasen a Eurídice.

A pesar de sus ansias, Orfeo no volvió la cabeza en todo el trayecto, incluso cuando pasaban junto a algún peligro o demonio, no se volvía para asegurarse de que Eurídice  estuviera bien. Llegaron finalmente a la última puerta, por la desesperación, Orfeo volvió la cabeza para ver  el rostro de su amada; pero ella todavía no había sido completamente bañada por el sol, todavía tenía un pie en el camino al inframundo: Eurídice se desvaneció en el aire, y ahora para siempre.

Así sin motivo alguno por el cual vivir, Orfeo vaga con su lira caminando por el mundo hasta encontrarse con un grupo de mujeres que les piden que toque alguna pieza de su repertorio musical. Este se niega a tal pedido y ellas le cortan la cabeza y la arrojan al río. Pero la historia dice, que aún se puede escuchar el sonido dulce y suave de su voz.

Tras la muerte de Orfeo, Zeus subió su lira a los cielos o quizá fueron las Musas quienes lo hicieron, inmortalizandola así en una hermosa constelación...

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